Todos los años lo mismo. La paritaria a último momento, las cifras que nunca alcanzan, la duda de si vamos a comenzar, ...y siempre los mismo sueños de que nos juntemos para luchar por la Educación Pública y por un salario digno para nosotros y todos los trabajadores...
Desde ese sentido de solidaridad y lucha, de un Futuro cada vez mejor, subo un cuento que habla de la Necesidad del Otro, de juntarnos, y también de los envases y los contenidos, espero que les guste...
El espejo de los chicos
(Fue tan difícil encontrar el espejo. Como si las paredes, el techo, los muebles se lo hubiesen tragado. Era un espejo como cualquier otro, usted sabe. Los hay de vidrio, de madera, de yeso, de piel. Cada uno lo puede inventar como quiera, lo difícil es que funcione. Algunas personas lo llevan en el bolsillo del traje. Yo acostumbraba a llevarlo del lado de adentro, no me gustaba que lo vieran y menos que lo usaran en sus juegos de guerra, porque también dicen que tiene esos usos. Otros los llevan de aros, como reloj o simplemente de espejos para peinarse por las mañanas. Yo lo usaba de escondite, gustaba de traspasar sus fronteras y observar desde allí los movimientos de la gente.
La cuestión es que ya me había acostumbrado a mi espejo, a sus formas y sus colores y encontrarlo así, roto, entre las sábanas, me hizo mal, es como volver a empezar de nuevo. Claro que siempre existe la posibilidad de comprar uno.)
Así escapaban las palabras de mi boca, mientras la gatita se balanceaba sobre mis piernas o cortejaba la birome o hincaba sus dientecitos sobre mi piel para bajar luego por mis hombros y comenzar todo nuevamente. Ella tiene mes y medio y la encontramos con mi amiga Alicia en un basural.
Ella salta. Cree saber hacia dónde va. Al saltar solo ve el borde de la realidad y solo en él se apoya. Deduce el resto, pero solo tiene certeza en el borde. En el instante del salto, todo el mundo es su salto. El borde es parte del mismo. La plataforma, la flexión de sus patas, su respiración son el salto. Luego, cuando el borde deja de serlo para ser realmente algo más firme, recién ahí descansa. Tal vez haga nuevos saltos que a su vez incluyan nuevos bordes y nuevas plataformas de salto. Tal vez se detenga y observe, o se recueste a descansar.
Detenida me observa. Me siente parte de ella y sonríe, con su gesto, con sus ojos y con el silencio. Es su forma de domesticarme. Qué daría yo por ver sus visiones, por lograr por un segundo sentir con sus sentidos.
Ahora clava sus uñas en la madera. Arquea su cuerpo hasta sentir la tensión de sus articulaciones. Afila instintivamente sus uñas en la madera. Despierta instintivamente su cuerpo para futuros movimientos. Ahora sigue ahí, reposando. Mira afuera por la ventana. Mueve sus orejas en dirección hacia algún sonido nuevo o conocido. Un estremecimiento a veces corre por su piel y se eriza suavemente. Deja llevarse por el ritmo del universo que la sumerge.
Ella está allí. Me observa. Ella es mi espejo, o por lo menos uno de ellos.
Era de mañana. Tal vez la luna lo entendería. El largo suspirar del mate y en el patio, las baldosas a rombos blancos y negros, las hojas verdes. Alicia me pasó a buscar. Sus labios se movieron lentamente: -¿Por qué no vamos a la costanera? - .
¿Hay alguna duda de que Alicia también es un espejo?...
Todo es un envase. Las botellas son envase. Las botellas son solamente botellas. Las cajas, cajas. Los roperos no tienen ropa y los televisores solo cubos sin imágenes ni sonido. Los sueños no tienen sueños, solo ronquidos y los cuerpos, solo cuerpos.
Los libros ya no tienen más que palabras. En un instante pensé ésto y luego todo lo contrario. Tomé fuerzas y seguí pintando, un dibujo que deseche los envases, que cubra la ciudad, pero sin convertirse en un nuevo envase. Un dibujo que fuera un espejo, otro más aparte de mi gata y de Alicia, un espejo que no sea solo el envase de espejo, ¿me entendés?...
Afuera, en la costanera, nos encontramos con otros chicos, igual a nosotros pero distintos, nosotros habíamos ido a pasear y a jugar, ellos en cambio ofrecían unas estampitas a quienes pasaban por ahí, por monedas, y a veces se reían de la gente o desde atrás le hacían burla. En una de esas se nos acercan, Alicia y yo nos estábamos mirando en el espejo, sentados en el pasto, entonces nos preguntan sobre lo que hacíamos. -Nos estamos mirando en el espejo- contestamos -nos gusta inventar travesías por él, mundos distintos a éste donde todo sea amistad, juegos y caramelos, ah, también tortas de chocolate como las que hace la abuela de Alicia que son de rechupete-.
Entonces se acercaron un poco más, casi al lado nuestro y miraron hacia el interior del espejo. Fue ahí que nos vimos todos juntos, sus miradas junto a las nuestras. Ellos también se vieron dentro de nuestro espejo, del espejo de nuestro mundo interior sin envases. Y allí también entendieron el juego, no como los grandes, que les cuesta tanto y tanto entenderlo.
Desde ese sentido de solidaridad y lucha, de un Futuro cada vez mejor, subo un cuento que habla de la Necesidad del Otro, de juntarnos, y también de los envases y los contenidos, espero que les guste...
¡¡Linda vida para este 2011 !!
El espejo de los chicos
(Fue tan difícil encontrar el espejo. Como si las paredes, el techo, los muebles se lo hubiesen tragado. Era un espejo como cualquier otro, usted sabe. Los hay de vidrio, de madera, de yeso, de piel. Cada uno lo puede inventar como quiera, lo difícil es que funcione. Algunas personas lo llevan en el bolsillo del traje. Yo acostumbraba a llevarlo del lado de adentro, no me gustaba que lo vieran y menos que lo usaran en sus juegos de guerra, porque también dicen que tiene esos usos. Otros los llevan de aros, como reloj o simplemente de espejos para peinarse por las mañanas. Yo lo usaba de escondite, gustaba de traspasar sus fronteras y observar desde allí los movimientos de la gente.
La cuestión es que ya me había acostumbrado a mi espejo, a sus formas y sus colores y encontrarlo así, roto, entre las sábanas, me hizo mal, es como volver a empezar de nuevo. Claro que siempre existe la posibilidad de comprar uno.)
Así escapaban las palabras de mi boca, mientras la gatita se balanceaba sobre mis piernas o cortejaba la birome o hincaba sus dientecitos sobre mi piel para bajar luego por mis hombros y comenzar todo nuevamente. Ella tiene mes y medio y la encontramos con mi amiga Alicia en un basural.
Ella salta. Cree saber hacia dónde va. Al saltar solo ve el borde de la realidad y solo en él se apoya. Deduce el resto, pero solo tiene certeza en el borde. En el instante del salto, todo el mundo es su salto. El borde es parte del mismo. La plataforma, la flexión de sus patas, su respiración son el salto. Luego, cuando el borde deja de serlo para ser realmente algo más firme, recién ahí descansa. Tal vez haga nuevos saltos que a su vez incluyan nuevos bordes y nuevas plataformas de salto. Tal vez se detenga y observe, o se recueste a descansar.
Detenida me observa. Me siente parte de ella y sonríe, con su gesto, con sus ojos y con el silencio. Es su forma de domesticarme. Qué daría yo por ver sus visiones, por lograr por un segundo sentir con sus sentidos.
Ahora clava sus uñas en la madera. Arquea su cuerpo hasta sentir la tensión de sus articulaciones. Afila instintivamente sus uñas en la madera. Despierta instintivamente su cuerpo para futuros movimientos. Ahora sigue ahí, reposando. Mira afuera por la ventana. Mueve sus orejas en dirección hacia algún sonido nuevo o conocido. Un estremecimiento a veces corre por su piel y se eriza suavemente. Deja llevarse por el ritmo del universo que la sumerge.
Ella está allí. Me observa. Ella es mi espejo, o por lo menos uno de ellos.
Era de mañana. Tal vez la luna lo entendería. El largo suspirar del mate y en el patio, las baldosas a rombos blancos y negros, las hojas verdes. Alicia me pasó a buscar. Sus labios se movieron lentamente: -¿Por qué no vamos a la costanera? - .
¿Hay alguna duda de que Alicia también es un espejo?...
Todo es un envase. Las botellas son envase. Las botellas son solamente botellas. Las cajas, cajas. Los roperos no tienen ropa y los televisores solo cubos sin imágenes ni sonido. Los sueños no tienen sueños, solo ronquidos y los cuerpos, solo cuerpos.
Los libros ya no tienen más que palabras. En un instante pensé ésto y luego todo lo contrario. Tomé fuerzas y seguí pintando, un dibujo que deseche los envases, que cubra la ciudad, pero sin convertirse en un nuevo envase. Un dibujo que fuera un espejo, otro más aparte de mi gata y de Alicia, un espejo que no sea solo el envase de espejo, ¿me entendés?...
Afuera, en la costanera, nos encontramos con otros chicos, igual a nosotros pero distintos, nosotros habíamos ido a pasear y a jugar, ellos en cambio ofrecían unas estampitas a quienes pasaban por ahí, por monedas, y a veces se reían de la gente o desde atrás le hacían burla. En una de esas se nos acercan, Alicia y yo nos estábamos mirando en el espejo, sentados en el pasto, entonces nos preguntan sobre lo que hacíamos. -Nos estamos mirando en el espejo- contestamos -nos gusta inventar travesías por él, mundos distintos a éste donde todo sea amistad, juegos y caramelos, ah, también tortas de chocolate como las que hace la abuela de Alicia que son de rechupete-.
Entonces se acercaron un poco más, casi al lado nuestro y miraron hacia el interior del espejo. Fue ahí que nos vimos todos juntos, sus miradas junto a las nuestras. Ellos también se vieron dentro de nuestro espejo, del espejo de nuestro mundo interior sin envases. Y allí también entendieron el juego, no como los grandes, que les cuesta tanto y tanto entenderlo.
Marcelo Firpo
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