Los de castillo: Imágenes, Palabras y Sueños desde las Escuelas de Rafael Castillo y aledaños
"Uno es Uno con Otros; Sólo no es Nadie" Antonio Porchia (1885-1968)

domingo, 12 de junio de 2011

Texto sobre discriminación para trabajar en las escuelas

Subo un texto de un poeta amigo. Creo que puede ser útil en dialéctica con nuestros alumnos, inmersos en un contexto discriminado y a su vez discriminador.


COMENTARIO SOBRE DISCRIMINACIÓN Y ESTIGMATIZACIÓN - Ruben Gonzalez

Voy a elegir una palabra deliberadamente. La palabra es distinto. En el diccionario nos encontramos con una definición breve para la palabra distinto.

Distinto : que no se parece, que tiene diferentes cualidades.

Refiriéndome a los hombres, yo diría, entonces : un hombre distinto, a mí, ... es aquél que no se me parece, aquél que tiene cualidades diferentes a las mías. Surge una conclusión obvia : cualquier otro hombre es distinto a mí. En realidad, dado un hombre cualquiera, el resto de los hombres es distinto a él. Que esto sea obvio no impide que, a menudo e inconscientemente, pongamos a prueba esta cualidad de la especie. Hablo de lo que sucede cuando conocemos a un extraño, en ese lapso interesante y quizás estéril que demanda relacionarnos. Allí diseccionamos, percibimos coincidencias y controversias para finalmente configurar un fantasma que, para nosotros, es indudablemente aquel extraño, aunque lo indudable es siempre lo más dudoso. ¿Qué acabamos de hacer? Indagar, conocer, investigar. Y, como consecuencia, diferenciar, distinguir. Esto me lleva a otra palabra del diccionario. La palabra discriminar.

Discriminar : diferenciar, distinguir, separar una cosa de otra.

Pareciera que, en tanto es un requerimiento primordial para los hombres relacionarse, todo el tiempo estamos discriminando. Y también pareciera que discriminar es una herramienta magnífica y vital, salvo que soñemos con un mundo de autistas (quizás ese sueño sea el único mundo posible). Ahora me pregunto, por qué discriminar, sin embargo, es una palabra asociada al horror y lo primero que pienso es que todos los horrores provienen de lo errores. Alguna vez el hombre descubrió la fusión y la fisión nuclear (al margen, semejante acto fue la resultante de una cadena de discriminaciones físico-matemáticas). El descubrimiento fue maravilloso. El horror fue lo que el hombre hizo con su descubrimiento. Igualmente, el horror no es discriminar, el horror es qué hacer con la discriminación. No es durante sino después. Una palabra, su significado y sus consecuencias. Las consecuencias forman otros significados y para estos nuevos significados habrá que hallar nuevas palabras. Así y todo, las palabras apenas bosquejan a los hombres y son inocentes de cualquier cargo, excepto de su vaguedad. Insisto, los horrores provienen de los errores. ¿Qué hace el hombre después de discriminar a otros hombres?

Al principio utilicé la palabra extraño. En el diccionario se define una acepción muy sugestiva.

Extraño : (ser uno extraño a una cosa), no estar práctico en ella o no ser propia para él.

Siempre hablando de la especie, nos plantea una disyuntiva. Para reconocer a un extraño debemos discriminar. Luego, ateniéndonos al significado de la palabra extraño, existen dos caminos. En el primero aceptamos no estar prácticos con el extraño, es decir, no sabemos cómo reaccionar. Ese ─ no estar prácticos ─ , ese ─ no saber cómo reaccionar ─ es la oportunidad de revertir la situación. Quiero decir, hemos discriminado la naturaleza del otro, hemos discriminado no estar prácticos y no saber cómo reaccionar. La oportunidad es aprender a reaccionar, a estar prácticos con el otro. Se me ocurren nuevas palabras : curiosidad, tolerancia, paciencia, desafío, aceptación, integración, enriquecimiento. El segundo camino, desde la disyuntiva, ─ no ser propio (el extraño) para uno ─ , curiosamente, refuta el primer camino, o debería decir, no tan curiosamente, porque el lenguaje nos tiene ya acostumbrados a sus agujeros disfrazados de precisión. ─ No ser propio (el extraño) para uno ─ se podría reescribir : ─ el extraño y yo somos incompatibles ─ y agregaría, por el solo hecho de ser extraños. La aceptación de esta sentencia nos conduce a la posibilidad opuesta a la que acabamos de desarrollar. La incompatibilidad no suele admitir puentes y cabría sospechar que la mejor reacción factible se llama pasividad. No obstante, la palabra incompatibilidad, en la historia humana, evoca otras palabras. Recelo, desconfianza, hostilidad, sectarismo, supervivencia, agresión, muerte.

Procuro evadir esta disyuntiva absurda que me propone la palabra extraño. Busco en el diccionario la palabra extrañeza, es decir, aquello que nos provoca lo extraño.

Extrañeza : (de extraño), disgusto, desavenencia. Admiración, sorpresa, novedad.

Ya parece no azaroso. Las cinco opciones válidas para significar extrañeza forman, claramente dos grupos. Por un lado, admiración, sorpresa y novedad, significantes que me remiten al primer camino de la disyuntiva anterior. Por otro lado, desavenencia y disgusto, induciéndome al segundo camino.

Y continúo sin poder responder la pregunta ¿Qué hace el hombre después de discriminar a otros hombres? Aunque, a esta altura, podría ser más específico. ¿Qué hace un hombre frente a otro hombre? Habiendo salvado el honor de la palabra discriminar y de acuerdo a la ilación en los diccionarios, voy a inventar dos tipos de discriminadores : el discriminador inteligente y el discriminador idiota. Desde luego, el discriminador inteligente elabora su temor natural a lo extraño buscando la integración y el enriquecimiento. El discriminador idiota jamás elabora su temor y no tiene más remedio que sentirse incompatible con el otro. También podría completar una frase previa. Todos los horrores provienen de lo errores que provienen de los temores. Por fin tengo una respuesta. ¿Qué hace un hombre frente a otro hombre? La contestación es otra pregunta : ¿ese hombre es un discriminador inteligente o un discriminador idiota?

Me permito la siguiente inferencia : un discriminador inteligente puede convertirse en un hombre incómodo para algunos sistemas. Un discriminador idiota puede convertir un sistema en algo incómodo para muchos hombres. Con una salvedad. Los hombres incómodos suelen hacer. Los sistemas incómodos suelen destruir.

Es un instante propicio para recordar nombres. Crow, Victoria de Hannover, Enver, Mussolini, Franco, Hitler, Stalin, Roosevelt, Somoza, Batista, Stroessner, Pinochet, Videla, Massera, Reagan, Thatcher, Galtieri, Bush, Hussein, Bin Laden, Shamir, Meir. Ellos y muchos otros tienen el honor de justificar la inclusión en el diccionario de la palabra racismo.

Racismo : doctrina según la cual ciertos grupos o razas humanas son superiores y tienen derecho a supeditar a las demás en todos los órdenes.
Es importante discriminar que al ser definido el racismo no se hace mención únicamente a razas sino a grupos en general. Hablamos del fanatismo de una clase cualquiera que se arrogue el derecho de cierto poder ilimitado.
La consecuencia de ese poder ilimitado suele ser la estigmatización del enemigo. Basta una acepción de la palabra estigma para ponderar el horror al que nos referimos.
Estigma : Llaga impresa con hierro candente ya como pena infamante, ya como signo de esclavitud.
Observo que los discriminadores idiotas aumentan día a día, que los enemigos se multiplican, que el racismo otorga seguridad, y la estigmatización una cura.
Me pregunto si estamos a tiempo de discriminar que deseamos ser.
Puede que a futuro busquemos en el diccionario la palabra hombre y hallemos una acepción unánime.
Hombre : bestia.

Rubén Gonzalez

1 comentario:

Bety dijo...

Excelente...me lo llevo